"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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10-12-2010 |
Rumbeando a la izquierda
En "¿Hacia dónde se transforma?" y "¿Qué significa construir el socialismo hoy?" del 19 y 27 de noviembre, se han expuesto las opiniones vertidas en el ciclo "¿Involución o transformación renovadora?" , referidas a la situación internacional. Extendemos las reflexiones a la situación nacional.
Esta se asienta en la contradicción principal entre dos polos antagónicos: el imperialismo norteamericano con sus asociados locales y los pueblos de los países dependientes. No es la contradicción entre Imperio y Nación, como si el Imperio fuera algo externo al país y la Nación cobijara a todos sus habitantes. Desde hace más de medio siglo, los teóricos de izquierda, y en particular el Frente Amplio, denuncian la alianza entre el imperialismo y la oligarquía.
La oligarquía estaba constituida por 500 o 600 familias dueñas de los grandes medios de producción y de cambio (estancias, fábricas, bancos, comercios de importación y exportación) en connivencia con los capitales imperialistas. Trías y más recientemente Stolovich, entre otros, dan nombres, apellidos, propiedades y acciones de sus grupos familiares. Hoy esa precisión es imposible, de una parte porque sus miembros se esconden bajo formas de sociedades anónimas (sigue esperando la reglamentación de la ley impulsada por el FA que las hace nominativas, ¿hasta cuándo?) y por otro, porque la Academia no se ha preocupado por estudiar la riqueza. Sin embargo, ese entrelazamiento de intereses, ha avanzado. El economista Manuel Quijano denomina "rentistas felices" a los antiguos propietarios de tierras que las han vendido a trasnacionales, invirtiendo después sus capitales en esas trasnacionales. El egipcio Samir Amin explica el proceso de concentración y centralización del capital y afirma la desaparición de la burguesía, como "clase relacionada con un capitalismo de empresa bastante autónomo" para dar "nacimiento de lo que podemos llamar una oligarquía."
Los investigadores reafirman el fenómeno. Y esos oligarcas apuestan a obtener ganancias en colaboración con el capital imperialista, de modo que aunque hayan nacido en Uruguay y sean hinchas de la celeste, no están con la nación, sino que forman parte del bando de sus explotadores. Por ende, con ellos, no cabe ninguna "Unidad Nacional". Las fuerzas de la nación conforman el bloque popular alternativo.
El límite de clases está dado por empresarios medios nacionales, lo que Trías denominaba burguesía media y que Arismendi también la aceptaba como límite, aunque prefería denominarla burguesía nacional.
Por otra parte, el concepto de Nación exige la armonía entre las Patrias Chicas (las actuales) y la Patria Grande, como unidad superior de aquellas. Conjugar esos criterios constituye otra divisoria de los bloques político-sociales en pugna. El doctor Luis Lacalle, vocero de esa oligarquía, declara: "No vamos a dejar de ser nacionalistas frente a un gobierno que está desnacionalizado o internacionalizado, que cede permanentemente frente a Argentina, Brasil y Venezuela." En otras ocasiones ha defendido la preferencia por los aliados poderosos y lejanos. Obviamente, es decidido partidario del TLC con EEUU, cercenador de la soberanía nacional por donde se le analice. El doctor Lacalle es "nacionalista" frente a naciones hermanas y sumiso con las poderosas con cuyos capitalistas la oligarquía local se asocia en la explotación.
En el capitalismo mundializado, los estados nacionales pueden y deben ser barreras contra el poder del gran capital trasnacional. Para que esos estados se hagan valer, necesitan procesos de unificación, como es Unasur. Al mismo tiempo, atendiendo a la superioridad militar de EEUU en el mundo, es pertinente trabajar por un mundo multipolar, que equilibre las diversas potencias.
La divisoria de la Patria Grande no es sólo actual. El profesor Alberto Methol Ferré blanco, nacionalista en 2005 al asumir el gobierno del FA sostuvo que si no transitaba la senda del pensamiento de Trías, fracasaría. Este tenía como un eje conceptual la integración latinoamericana y caribeña. Sólo con una visión económica e histórica equivocada puede sembrarse la ilusión de convertir a Uruguay en un "país de primera" bajo las actuales reglas del sistema capitalista, las que han convertido a las orillas del mundo en países de segunda, tercera o cuarta. Con Unasur como plataforma mínima común, podemos luchar por transformaciones profundas, entre las cuales cabe gestar estados de nuevo tipo, al servicio de las clases populares, y no simples reformas que no cuestionan los intereses de clase del Estado al servicio de los oligarcas e imperialistas.
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